La tristeza está a la vuelta de la esquina
Publicado: 25/02/2011 Archivado en: Brillanteces nocturnas, Delirios nocturnos, Personajes Deja un comentarioElla siempre está ahí. Haga más o menos frío. Llueva o nieve. No sé a qué hora llegará a ‘su lugar’. Pero la sigo viendo cuando paso por allí. Antes la veía cada mañana camino del trabajo, ahora sólo de vez en cuando. Pero sigue ahí, en la esquina de siempre. Apoyada sobre la fría pared de una tienda de muebles.
Tendrá unos 70 años. Es más bien alta para su edad. Es delgada y sumamente frágil. Se la ve profundamente triste, casi a punto de romper a llorar. Alguna vez he intentado buscar en sus ojos esa tristeza, pero ella nunca me ha dejado ver más allá de sus gafas de ver. Siempre va muy abrigada con un abrigo largo de color vainilla que le cubre casi todo el cuerpo. Un gorro oscuro le oculta casi en su totalidad el pelo. Una bufanda le ayuda a resguardarse la cara del frío, sin dejar ver con claridad su rostro.
Calculo que llega a ‘su lugar’ a eso de las 8,30 o 9 de la mañana. Cuando el frío aún aprieta y te cala los huesos. No sé de dónde viene. Si viene de su casa. Si viene de casa de algún hijo suyo. Si viene de alguna pensión en la que vive. O si viene de algún portal en el que pasa la noche como puede. Tampoco sé por qué está allí. Simplemente está, sin más, apoyada, mirando al frente, como esperando algo o a alguien. Y ha debido pasar más de un año desde que me percaté de su existencia.
La gente sigue su ritmo sin parecer percatarse de su existencia. Y mucho menos de su persistencia en aquel lugar. Los camiones descargan mercancías, los turistas se entrecruzan, los comercios abren sus puertas, los camareros montan las terrazas. Pero ella sigue allí. Ajena a todo y a todos. Como esperando algo, como buscando algo.
El próximo mes dejo Madrid y me he propuesto ir a verla una mañana, invitarla a unos churros con chocolate en una churrería cercana y saber su historia, y si puedo, ayudarla de algún modo. Y no es que quiera conocer su historia por matar la curiosidad intrínseca al ser humano, quiero conocerla porque algo me dice que es digna de ser contada.