Esa montaña rusa…
Publicado: 02/12/2011 Archivado en: Brillanteces nocturnas, Citas, Delirios nocturnos, Diálogos Deja un comentario-Mamá quiero montarme en esa montaña rusa.
-No hijo mío, espérate a hacerte mayor y tendrás la tuya propia. Se llamará vida.
Cita propia
Lo siento, no me creo vuestras sonrisas
Publicado: 01/10/2011 Archivado en: Delirios nocturnos Deja un comentarioMe gusta salir a patinar de noche. Todo está mucho más tranquilo y todo a tu alrededor se ve desde una perspectiva diferente. Me gusta pasar patinando por terrazas. De todo tipo. Cutres, de clase media o de alto standing tipo de las de calle Serrano. Y casi siempre me da por aflojar el paso y observarles. Son gente de todo tipo. Con todo tipo de creencias, todo tipo de problemas, todo tipo de valores.
De una terraza a otra puede que la gente no se parezca en nada. Pero sí se parecen en algo. Que sonríen. Los veo ahí, ríendo, hablando, comiendo y bebiendo y todo parece ralentizarse en mi cabeza. Los observo algo perplejos. «¿Por qué sonreirán tanto?», me pregunto muchas veces. O, «¿Realmente tienen tantos motivos por los que sonreír?».
Sobra decir que cada uno tendrá sus problemas y sus historias vitales. Que muchos estarán sin trabajo. Que muchos estarán enfermos. Que muchos acabarán de romper con su pareja. Que muchos acabarán de romper con alguien.
Y aún así…Sonríen. ¿Por qué? ¿Realmente tienen motivos para hacerlo? Yo puedo reírme con una mosca o estar serio durante horas. Pero veo parejas discutiendo que no se aguantan, compañeros de trabajo que salen a tomar algo cuando realmente se odian, amigas que toman algo cuando están llenas de rencor por algo que le hizo la otra…Pero aún así, sonríen.
No me entendáis mal. No lo veo mal. Lo veo ilógico y por momentos, hipócrita.
¿Disfrutamos de tantos momentos buenos a lo largo del día como para sonreír tanto? No lo creo. Al menos yo. Y dentro de la gravedad de estar parado y con un futuro incierto, no tengo motivos para llorar las 24 horas por las esquinas. Pero tampoco para levantar mi copa y brindar por lo que estamos viviendo o hemos vivido.
Muchos tendrán más que motivos para sonreír y disfrutar como cerdos en una piara. Pero me cuesta creer que una cierta dosis de empatía al ver lo que nos rodea o preocupa (que casi todos compartimos sea cual sea nuestra raza, credo o religión) no acabe de un plumazo con muchas de esas sonrisas.
Sonreír es gratis, claro. Y soñar. Y quizás yo esté ahora más preocupado en soñar que en sonreír.
¿Cuántas veces habrías detenido el tiempo?
Publicado: 20/08/2011 Archivado en: Brillanteces nocturnas, Delirios nocturnos, Vídeos Deja un comentarioHace un año, más o menos a estas alturas del verano estaba en Estocolmo. Quería tener eso tan ansiado llamado ‘calidad de vida’. Y me puse a ello. Dejé un trabajo de mierda, con unos compañeros de mierda y con un sueldo de mierda. Y me metí a aprender sueco. Era mi apuesta de futuro tal y como estaban las cosas por España con la crisis. Me fui casi con lo puesto y sólo. Dos maletas y el ordenador. Nada más. Sabía que sería difícil, que en algunos momentos querría rendirme, que tendría bajones. Pero no fue así.
No sólo pude con todas las adversidades que se me presentaron, sino que tuve innumerables momentos de esos en los que te encantaría detener el tiempo. Me pasé un mes intentando encontrar piso, rodeado de desconocidos de mutitud de países en un albergue de la mafia rusa y en otros cuantos más. Pero salí adelante. Yo sólo. Tirando de los pocos recursos que tenía en un país con una cultura y un carácter totalmente opuesto al nuestro.
Nunca antes me había sentido como durante aquel mes. Veía belleza en todo lo que me rodeaba. No dejé de escribir poemas y poemas. Me cruzaba con una chica sueca y me quedaba prendado. Disfrutaba de la ciudad paseando en bici. Me perdía sólo en sitios que ni conocía. Compartí algunas noches con gente con japoneses, australianos, finlandeses, rusos…Pero sobre todo, sentí que había encontrado un sitio que me llenaba. A pesar de estar sólo y de no encontrar piso. Todo lo que veía me llenaba. Rebosaba una mezcla de tranquilidad y satisfacción que no he vuelto a tener desde entonces.
Me recorría la ciudad con mis cascos montado en bici, sin nada que me importara, inmerso en una especie de nube. Y descubría sitios fascinantes, silenciosos, tranquilos, alejados, que sólo me inspiraban cosas positivas y felicidad. Anoche salí a patinar y me puse en el Ipod uno de los grupos que escuchaba mucho allí: Sparklehorse. Me invadió una libertad mental repentina. Empezó a llover y me senté en un sitio que me encanta frente a la playa de Santa María del Mar. Yo sólo. Bajo la lluvia. Y con aquellas mismas canciones que por entonces me acompañaron me senté bajo la lluvia a ver los rayos en el mar y los relámpagos. Hubiera detenido el tiempo en aquel instante como lo hubiera hecho en Estocolmo tantas y tantas veces.
Quizás mi cabeza vaya demasiado rápido desde hace demasiado tiempo. Quizás todo vaya demasiado rápido. Quizás todo se limita a encontrar el equilibrio entre felicidad, ambición y tranquilidad mental. Quizás deberíamos tener muchísimos más momentos así en nuestra vida. Quizás no haya encontrado aún un lugar en el que sentir todo eso y mucho más. Pero lo que sí sé es que encontrarlo es mi meta y alcanzarlo, mi objetivo.
Observaciones nocturnas
Publicado: 11/07/2011 Archivado en: Delirios nocturnos, Personajes Deja un comentarioSiempre me he tenido por alguien muy independiente en muchos aspectos. Con mucha personalidad y con una bien definida. Soy de ideas claras y creo que ha sido algo que siempre me ha acompañado. Ya de adolescente era así. Quizás porque no me sentía identificado con el grupo de niñatos de papá con los que compartía colegio. No tenía ni quería nada que ver con ellos.
De adolescentes fumaban delante de todos sus primeros cigarritos para hacerse los guays y los chulillos mientras yo los probaba en la intimidad por simple curiosidad porque nunca fui fumador. Años después esos mismos idiotas se metían coca y cosas así para ser aprobados por el resto del grupo. Supongo que lo siguiente será irse de putas o pegársela a su esposa para alardear delante de sus amigotes. Somos todo estupidez desde luego.
Con el paso de los años me di cuenta que había cosas que era mejor hacerlas sólo antes de esperar a otros que seguramente te dejarían tirado. Y no me importa viajar sólo y conocer sitios sólo. Disfruto de esa soledad elegida que te hace ver todo de forma diferente.
Últimamente salgo mucho a patinar de noche por las calles de Madrid. Hay pocos coches, pocos peatones y con la música adecuada en los cascos es una auténtica gozada.
Paso mucho por terrazas atestadas de gente. Algunos me miran como pensando: «Menudo friki el tío éste, patinando a estas horas en vez de tomarse unas cañas en una terraza». Y la verdad, cuando noto ese pensamiento en la mirada de alguien pienso que me gusta ser así de complejo o extraño como me creo.
No me pliego a las modas ni a las tendencias reinantes y mucho menos a lo que piense u opine la gente. Me gusta pensar que pienso por mí mismo sin injerencias externas de ningún tipo. Y me dejo llevar por lo que quiero hacer yo, sin importarme lo que pueda o no pensar la gente de lo que hago, pienso o digo.
Patinando a esas horas se puede ver de todo. Amigos de borrachera que salen con otros porque no les queda otra,porque no se tienen realmente el menor aprecio. Chicas que salen con amigas a las que siempre han tenido en no muy buena consideración. Modernos que articulan su día a día, sus valores, su imagen o sus hobbies en función del ‘qué dirán’ o por la vana necesidad de pertenecer a un grupo. Adolescentes vacíos que creen que tener un Iphone, un buen coche o un peinado molón son aspectos básicos para triunfar en la vida. Parejas que se sientan a hablar y no hablan porque ya no tienen de qué hablar pero que no se atreven a dar el paso de dejarlo porque temen estar sólos.
Es increíble lo que se puede ver de noche por la calle y creo que salir y observar (que no juzgar) todo desde la distancia te da una perspectiva más nítida de cómo funcionamos en la sociedad, de lo que nos mueve, de lo que esperamos de la vida y sobre todo, de lo que somos.
Bajo la sombra de un olivo
Publicado: 19/03/2011 Archivado en: Delirios nocturnos, Personajes Deja un comentarioEra un día caluroso de junio. Conducía por campos perdidos, lejanos y secos de la provincia de Toledo buscando una localización para una grabación. No pasaba una buena época. Trabajaba muchísmo por poco dinero y con gente egoísta sin la menor empatía o corazón.
Me sentía solo contra el mundo. Me corroía la frustración, el rencor y el odio. Y allí, a lo lejos, de repente, todo lo vi más claro. Fue casi como una iluminación.
Junto a la carretera había visto un par de fincas interesantes y buscaba a alguien que me dijera a quién pertenecía para tratar de hablar con su dueño. A lo lejos divisé bajo la sombra de un olivo a un pastor. Me acerqué con el coche hasta él.
Dejé el coche al pie de un camino de tierra y caminé hacia él. Era un hombre de unos 45 años. De piel morena. Era extranjero. Marroquí. Su ropa de trabajo estaba llena de polvo y agujeros. No hablaba muy bien el castellano. Era un hombre muy tranquilo y amable. Se le notaba cansado. Junto a él tenía una botella con un poco de agua y una manzana. Le pregunté sobre la casa y sacó de su bolsillo una vieja y pequeña agenda telefónica. Me dio el número de su patrón, que era el dueño de aquellas fincas. Desde allí mismo lo llamé. Era un hombre muy simpático y agradable. Quedé en vernos un rato más tarde. Así que le di las gracias al pastor y me alejé contento del lugar.
Pero de repente, como a 3 kilómetros decidí dar media vuelta. Había conseguido lo que quería y aquel hombre me había ayudado sin más ni más. A pesar de sus pesares y del tremendo calor. Un hombre que tuvo que dejar Marruecos para que su familia pudiera comer ayudó a un niñato de la televisión al que sólo le importaba tener contento a sus despreciables superiores. Y lo hizo sin pedir nada a cambio y de la forma más servicial del mundo.
Volví a aparcar al pie del camino. Recordé que tenía un poco de agua en el coche. Me acerqué a él y sin decirle nada me senté a su lado bajo la sombra de un olivo. Era el único olivo en muchísimos metros a la redonda y la única sombra.
Le di la botella de agua y me sonrío amablemente. Entonces me ofreció un poco de su manzana. Le dije que no, que se la comiera él, que la necesitaba más que yo. Tenía que regresar cuanto antes a Madrid al trabajo. Pero me dio igual. Me senté con aquel desconocido a la sombra.
Le pregunté si lo trataba bien su jefe, si era buena persona. Me dijo que sí, que le pagaba 800 euros y le daba un lugar para vivir en el campo. El dinero se lo mandaba a su familia en Marruecos. Me contó que se sentía solo porque como no tenía coche, no tenía papeles y no hablaba muy bien castellano no salía nunca a un bar a tomar una cerveza ni nada al pueblo más cercano. Me contó que tenía dos hijos y que los echaba de menos, que esperaba traérselos cuanto antes a España.
Yo no le conté nada. Tan solo le escuché. Mis problemas eran una minucia respecto a los suyos. Y a pesar de todo, aquel hombre desprendía una paz interior y una tranquilidad asombrosas. Un rato lo pasamos callados disfrutando del paisaje. Tenía una mirada profunda y bondadosa que me llamó mucho la atención.
Unos minutos después nos despedimos y volví al coche. Pero una vez dentro sentí que tenía que hacer algo por aquel hombre. Me sentía en deuda con él. Recordaba que llevaba 20 euros en el bolsillo. Me bajé del coche y al acercarme él se levantó rápidamente pensando que algo pasaba. Entonces saqué el billete y le dije: «Mándale esto a tu familia».
Los ojos se le encendieron con dos bombillas y comenzaron a brillarle como si estuviera a punto de llorar. Me dio las gracias muchísimas veces asintiendo con la cabeza.
No llevaba más dinero encima, pero si hubiera llevado 50 euros más se lo habría dado igualmente. Pasaba la semana rodeado de gente que tenía muchísimas cosas que no se merecían ni se habían esforzado en conseguir. Era la primera persona decente con la que me topaba en mucho tiempo y allí, hablando con él, olvidé por unos momentos mis estúpidos y superficiales problemas y me relajé mentalmente.
Aquello me hizo reflexionar sobre muchos aspectos de mi vida y poco después dejé el trabajo dispuesto a dar un giro a todo.
Conseguí la localización y grabé en aquellas fincas multitud de veces. Me hice muy amigo del dueño y siempre le preguntaba por aquel pastor. Nunca volví a verlo.
Reencontrándome
Publicado: 19/03/2011 Archivado en: Delirios nocturnos Deja un comentarioBajo el sol en El Retiro, descalzo sobre el césped, observando el tatuaje del Fénix maorí de mi antebrazo he recordado cómo era antes de la semana pasada. Todo lo que me falta por hacer, decir y demostrar.
Me está costando trabajo volver a reencontrarme y tomar cierta distancia emocional, equilibrar de algún modo mis recuerdos con mis pensamientos e inquietudes actuales. Pero debo hacerlo. Y conseguirlo. Y alcanzar lo que me propongo. Creo que sería mi mejor homenaje.
Cerebro en modo centrífugo
Publicado: 28/02/2011 Archivado en: Delirios nocturnos Deja un comentarioSon demasiados los pensamientos que tengo y más las preocupaciones de cara a un futuro incierto. Nunca me gustó la certidumbre, ni las cosas planificadas, pero tampoco esto. No saber qué va a ser de tu vida en un plazo de un mes agota mentalmente.
Te tirarías a la piscina con los ojos cerrados, pero tres minutos y doce segundos más tarde no lo harías. Porque lo que te juegas es mucho y valioso: Tu vida, tu futuro, tu bienestar, tus aspiraciones, tu todo. Toda acción conlleva una reacción según las leyes de la física. Pero yo me he perdido entre la multitud de acciones poco positivas que me pueden llevar a recciones no deseadas.
Ahora mismo me siento como un jugador novato y acojonado en una ruleta de cualquier casino de Las Vegas. Sudo, balbuceo, tengo palpitaciones y dudo sobre a qué numero apostar o a qué color. No sé si tengo más que perder que ganar. No sé si es al revés. Diría que no sé nada. Bueno sí, sé que tengo el cerebro en modo centrífugo y que el traqueteo de pensamientos que chocan contra otros no me deja dormir.
En breve empezaré a delirar y a ver dragones rojos y azules que vuelan por el techo. Pero gracias a mis amigos Oscar Peterson, Miles Davis y Chet Baker consigo mantener la poca cordura que me queda a las tres de la mañana.
Buenas noches, y buena suerte. Pero por Dios, que la suerte sea para mi, aunque sea sólo por esta vez.
La tristeza está a la vuelta de la esquina
Publicado: 25/02/2011 Archivado en: Brillanteces nocturnas, Delirios nocturnos, Personajes Deja un comentarioElla siempre está ahí. Haga más o menos frío. Llueva o nieve. No sé a qué hora llegará a ‘su lugar’. Pero la sigo viendo cuando paso por allí. Antes la veía cada mañana camino del trabajo, ahora sólo de vez en cuando. Pero sigue ahí, en la esquina de siempre. Apoyada sobre la fría pared de una tienda de muebles.
Tendrá unos 70 años. Es más bien alta para su edad. Es delgada y sumamente frágil. Se la ve profundamente triste, casi a punto de romper a llorar. Alguna vez he intentado buscar en sus ojos esa tristeza, pero ella nunca me ha dejado ver más allá de sus gafas de ver. Siempre va muy abrigada con un abrigo largo de color vainilla que le cubre casi todo el cuerpo. Un gorro oscuro le oculta casi en su totalidad el pelo. Una bufanda le ayuda a resguardarse la cara del frío, sin dejar ver con claridad su rostro.
Calculo que llega a ‘su lugar’ a eso de las 8,30 o 9 de la mañana. Cuando el frío aún aprieta y te cala los huesos. No sé de dónde viene. Si viene de su casa. Si viene de casa de algún hijo suyo. Si viene de alguna pensión en la que vive. O si viene de algún portal en el que pasa la noche como puede. Tampoco sé por qué está allí. Simplemente está, sin más, apoyada, mirando al frente, como esperando algo o a alguien. Y ha debido pasar más de un año desde que me percaté de su existencia.
La gente sigue su ritmo sin parecer percatarse de su existencia. Y mucho menos de su persistencia en aquel lugar. Los camiones descargan mercancías, los turistas se entrecruzan, los comercios abren sus puertas, los camareros montan las terrazas. Pero ella sigue allí. Ajena a todo y a todos. Como esperando algo, como buscando algo.
El próximo mes dejo Madrid y me he propuesto ir a verla una mañana, invitarla a unos churros con chocolate en una churrería cercana y saber su historia, y si puedo, ayudarla de algún modo. Y no es que quiera conocer su historia por matar la curiosidad intrínseca al ser humano, quiero conocerla porque algo me dice que es digna de ser contada.
Letras en la madrugada
Publicado: 19/02/2011 Archivado en: Delirios nocturnos Deja un comentarioTres de la mañana. Podría irme a la cama pero realmente disfruto como un enano escribiendo en la oscuridad y timidez del silencio. Lo único que se intuye a mi alrededor son las notas del piano de Oscar Peterson.
Y aunque no tenga nada o poco que decir me gusta escribir antes de acostarme. Termino el texto y me apaciguo. Escriba sobre lo que escriba. Pero me apacigua y relaja. Luego vuelvo a la dura realidad y ya tumbado trato de acallar mis pensamientos. Mi cerebro entra en función centrifugado y los pensamientos y las imágenes se multiplican. No paro de decirme a mí mismo que el tiempo se me escapa entre los dedos y que tengo que luchar por llegar a algo, no sé el qué, pero a algo.
La incertidumbre del futuro, el desaliento del presente y el dolor del pasado siempre están ahí. Rondándome. Duermo con el móvil cerca y a veces sigo escribiendo mentalmente. Entonces pienso: «Esta idea me gusta, voy a escribirla para no olvidarla y desarrollarla otro día».
Muchos son tan sólo simples pensamientos producidos por una mente inquieta, otros simplemente son daños colaterales, rastros de cientos de días y noches de un sufrimiento que se lleva o se ha llevado en la cabeza y que te corroe las entrañas.
Y ahora tan sólo me queda decir, buenas noches y buena suerte.
Aquí y ahora, el mundo se detiene
Publicado: 13/02/2011 Archivado en: Delirios nocturnos 1 comentarioQué gustazo. El mundo parece que se detiene para ti. Al abrigo del edredón y de la soledad. Con las luces apagadas. La tristeza sublime de Chet Baker de fondo. Escribiendo. Ya sea bueno o malo. Útil o inútil. Pero escribiendo. Tan sólo alumbrado por la pantalla del ordenador. Concentrado. En silencio. Con mil reflexiones por hacer. Con mil lugares en mente a los que escapar. Con cientos de objetivos. Con pocas alegrías y más decepciones. Con más años y menos esperanzas. Pero con mucho por devolver aún. Con mucho que lugar y demostrar. Con batallas por ganar y otras que perder.
Porque, al fin y al cabo, nos caemos para aprender a levantarnos.