Porque
Publicado: 05/01/2012 Archivado en: Mis versos Deja un comentarioPorque las mejores frases se me escapan entre los dedos,
porque la tinta ya no cura este corazón sincero.
Porque mi vida siempre está en invierno,
porque no veo con los ojos abiertos.
Porque mis números salen rojos,
porque no conozco ni mañana ni pasado.
Porque mi pasado acaba sin final,
porque mi final acaba sin avisar.
Porque silencio al músico del parque,
porque corto escenas de amor.
Porque…
Estaré vivo todo una vida,
pero ya llevo muerto dos.
Todo hombre se parece a su dolor
Publicado: 04/01/2012 Archivado en: Citas Deja un comentarioTodo hombre se parece a su dolor.
André Malraux
El desengaño camina sonriendo detrás del entusiasmo
Publicado: 22/12/2011 Archivado en: Citas Deja un comentarioEl desengaño camina sonriendo detrás del entusiasmo.
Germaine de Staël
Yo no
Publicado: 20/12/2011 Archivado en: Mis versos Deja un comentarioYo no soy lo que buscas,
no te diré que te quiero,
no te diré que me gustas
o que me encanta tu pelo.
No quiero ser tu sombra,
no quiero ser tu credo,
no quiero ser tu alfombra,
ni tu pañuelo.
No dejaré de volar porque tengas mareo,
no plegaré mis alas y pisar tierra firme,
no dejaré de jugar durante el recreo,
no dejaré de soñar que ya debo irme.
El problema…
Publicado: 16/12/2011 Archivado en: Citas, Personajes Deja un comentarioEl problema, cuando se busca a la mujer perfecta, es que ella probablememte está buscando al hombre perfecto.
Peter Ustinov
Ojos de otoño
Publicado: 07/12/2011 Archivado en: Mis versos Deja un comentarioSe me han puesto los ojos de otoño.
De día gris y tedioso.
De ventanal húmedo que sólo mirarlo te hace llorar.
Mi caminar se ha vuelto lento.
Dudo qué pie debe ganar la batalla por el avance.
Se me traban los pensamientos.
Todos quieren salir pero ninguno sabe dónde irá a parar.
Infelices.
Siempre pendientes de mi estado de ánimo.
Esa no es vida para un pensamiento.
Mis maletas tienen más de mí que yo.
Son azules y se parecen la una a la otra con tristeza.
Parecen resoplar al cerrarlas.
Parecen cansadas de dar tumbos.
Y camino.
Pienso.
Me detengo.
Me siento.
Pierdo la mirada.
Letra de médico aburrido de ver a la muerte en su sala de espera.
Garabateo mis propias recetas.
Mañana tomaré un poco de esto, y al otro, otro de aquello.
Quién sabe.
Así puede que vuelva la primavera a mis párpados.
En este banco verde y metálico del decimoctavo parque me senté.
Y todo pareció pausarse.
Y nada pareció cambiar.
Para todo seguir su curso.
Esa montaña rusa…
Publicado: 02/12/2011 Archivado en: Brillanteces nocturnas, Citas, Delirios nocturnos, Diálogos Deja un comentario-Mamá quiero montarme en esa montaña rusa.
-No hijo mío, espérate a hacerte mayor y tendrás la tuya propia. Se llamará vida.
Cita propia
Las letras más tristes jamás escritas
Publicado: 01/12/2011 Archivado en: Mis relatos Deja un comentarioDavid había quedado con un amigo. Pensó que sería buena idea, que le vendría bien desahogarse con alguien. Casi había llegado a la esquina de la plaza donde había quedado con Javi. La relación entre ambos no siempre fue tan distante pero los problemas personales comunes de ambos habían hecho el resto. Javi era de sus pocos amigos y como pensaba a menudo: “menos escucha y ayuda una piedra”.
Javi trabajaba como profesor en un instituto cercano a casa, por lo que lidiar a diario con adolescentes problemáticos le había forjado un carácter apacible, amistoso y conciliador. Hablaba despacio y tan bajo que parecía que no quisiera que oyeran sus susurros. Su imagen de joven delgado, tímido, sensible y apocado siempre habían logrado tranquilizar a David. No lo consideraba un gurú de los problemas que nos acechan, pero le llevaba dos años y le tenía por alguien con cierto bagaje vital y por tanto alguien perfectamente capacitado para aconsejarle.
A Javi la vida nunca se lo había puesto fácil, pero él siempre parecía sacar algo positivo de cada mala experiencia. David envidiaba esa cualidad. A pesar de haberlo tenido todo mucho más fácil no lograba despojarse de males pasados.
Allí estaba, puntual como siempre y con una media sonrisa que nada ni nadie parecía poder quitarle.
-Hola Javi, siento llegar tarde.
-No te preocupes, acabo de llegar. ¿Qué tal te encuentras?
-Bueno, he estado mejor. Pero bueno, supongo que lo superaré. De peores cosas se muere uno.
-Claro amigo, claro. Ven, vamos a tomarnos un chocolate y me cuentas todo.
David y Javi cruzaron la calle y entraron en el café Leonardo. A los dos les encantaba ese lugar. Era un sitio tranquilo, acogedor y luminoso en el que la ciudad parecía quedarse quieta. El silencio era absoluto y delicioso. Cada centímetro de la pared estaba aprovechado. Todas las paredes estaban repletas de viejas fotos de la ciuda. Aunque todo quedaba casi eclipsado por una inmensa lámpara de cristal que hacía de aquel pequeño salón un lugar casi mágico con una taza de chocolate en la mano.
Los dos amigos se sentaron donde siempre. En una esquina. Alejados de la barra, del trasiego de los camareros y de las miradas curiosas de los turistas que con curiosidad examinaban el lugar desde las cristaleras del local.
Antes de que se dieran cuenta Leonardo ya les había servido lo de siempre. Dos tazas de chocolate y dos pequeños cuencos de rosquillas caseras. A los dos les encantaba merendar aquello. Quemarse con la taza por probar el chocolate demasiado rápido les transportaba a los dos muchos años atrás. Cuando la juventud y la ilusión por los pequeños placeres de un crío escondía cualquier problema. “Los problemas los inventaron los adultos”, solía gritarle David a su madre cuando le castigaban por llegar tarde del parque o por quitarle a su hermana la bicicleta.
“Hacía tiempo que no veníamos”, se apresuró Javi a decir por romper un poco el hielo ante un amigo que hacía tiempo que no veía.
“Sí, demasiado quizás”, le contestó David mientras perdía su mirada en la taza de chocolate humeante.
-¿Qué tal te ha ido la semana?
-Bueno, ya sabes, esto sólo ha hecho empeorarla. No he podido evitar venirme abajo.
-Ya…te entiendo. Pero bueno, intenta ser positivo. No estás sólo en esto. Me tienes a mí, a tu familia…
-Sí bueno. Eso lo sé. Pero tu corazón es el que debe ser consciente de eso. Y el mío a día de hoy aún sigue apostando más por sentirse sólo que por lo contrario.
-Yo…ummm, la verdad es que no me lo esperaba. Es lógico que estés así. Es duro.
-Sí, lo es, créeme.
Se hizo el silencio durante unos segundos. Unos segundos que a Javi le parecieron eternos viendo como su amigo parecía ahogarse mirando la taza humeante. Por una vez no sabía qué decir o qué consejo dar. Su vida no era mucho mejor. Vivía sólo, no tenía demasiados amigos y su trabajo no le motivaba demasiado. Pero lograba tirar gracias a alguna amistad especial que de vez en cuando le sorprendía gratamente. Quizás esa felicidad que le inundaba le impedía poner en práctica la empatía adecuada, ponerse en en lugar de David.
Su amigo parecía no encontrar motivos para seguir luchando por nada ni por nadie. Nunca fue un joven positivo. A pesar de su aparente fortaleza física y seguridad en sí mismo, su conciencia y su buen corazón siempre le jugaron malas pasadas. David había caído en la peligrosa espiral del abatimiento, la desmotivación y la desgana. Su desilusión palidecía sus apagadas púpilas mientras seguía jugueteando con la cucharilla dentro del chocolate.
Javi, dubitativo e inseguro de saber cómo encauzar la conversación decidió acabar con aquel incómodo silencio.
-Y…¿has pensado en algo?
-¿En algo? ¿A qué te refieres?
Javi entonces, lo vio claro y fue directo al quid de la que creía era la cuestión que preocupaba a su amigo de toda la vida.
-Si has decidido cambiar algo en tu vida para mejorarla.
-No, la verdad. Ahora soy bastante escéptico respecto a eso. No creo que pueda hacer mucho para eso. Mi vida es la que es y en parte ya lo he asumido.
-Bueno, el destino no decide, ni Dios, ni el mundo. Decides tú. El cambio viene de ti, de tu interior.
-¿Y si no hay nada ya en mi interior?, preguntó David mirando a los ojos a su compañero.
Javi intentó entonces restar dramatismo a la situación a la que había llevado la conversación, se levantó de su silla y se colocó de pie junto a David. Cariñosamente colocó la mano en el hombro de su abatido amigo y le dijo: “Créeme tío, nadie sabe mejor que yo que en ese interior hay muchas, muchísimas cosas buenas”. Entonces, hizo una breve pausa y añadió: ” y en cuanto vuelva del baño te haré ver muchas de ellas, te apuesto lo que quieras”.
Cabizbajo y a paso lento Javi se fue alejando de la mesa. Las palabras de su amigo le habían hecho recordar malos momentos ya pasados en los que él llegó a pensar exactamente lo mismo. Pero no era momento de venirse abajo por aquello. No tenía mucho tiempo para pensar algún modo, por simple que pareciera, de intentar encauzar la maltrecha vida de su amigo. Entonces, mientras se lavaba las manos frente al espejo del lavabo lo vio claro. “¡Gracias publicidad!” casi se apresuró a gritar.
Sus pasos de vuelta a la mesa se volvieron apresurados. Llegando a la altura de la espalda de David pensó que sería mejor guardar tímidamente las formas ante la idea que pensaba darle a su amigo. No quería defraudarle ni darle falsas esperanzas.
De nuevo, allí se encontraba sentado. Todo estaba como lo dejó. David no había probado sorbo del chocolate y sólo había alcanzado a mordisquear media rosquilla que había abandonado a su suerte dentro de la taza. No sabía por dónde empezar pero sí sabía que antes de la interrupción casi había logrado que su amigo se abriera del todo y expulsara todo el dolor y la rabia que le inundaban.
-¿No has pensado en tomarte unas vacaciones y pasar unos días con la familia? Quizás la playa, que tanto te gusta, te haga sentir mejor.
-Lo pensé durante un momento pero no. El trabajo me mantiene ocupado. Y prefiero seguir así. No quiero pensar mucho en ello.
-Ya bueno, eso es lógico pero no evitable. Tarde o temprano tendrás que afrontarlo. Es ley de vida. Otra cosa es cómo hacerlo.
-Sí, ese es el tema. Cómo…
Javi por fin encontró su oportunidad de explicarle a David su idea. Una pegatina pegada en el espejo de un cuarto de baño le habían dado la idea, pero eso no quitaba para que fuera buena.
-Y…¿has estado escribiendo o lo has dejado desde entonces?
-No, sigo escribiendo. Es lo único que me mantiene cuerdo creo. Da igual sobre qué, cuándo o cómo, pero escribo. Me ayuda, no te sabría decir por qué.
-Me alegro. Siempre me han gustado tus letras. Aunque muchas son muy tristes me gustan porque ellas, esas letras, cada una de ellas, eres tú.
-Sí bueno, eso mismo me decía ella. Pero supongo que el ‘yo’ de esas letras ahora está más jodido que nunca.
-Ya, ¿pero sabes qué? Siempre escribes más a menudo cuando te encuentras mal, cuando estás triste o desanimado. Eso significa que en cierto modo, escribir cosas tristes te ayuda a sobrellevarlas, a convivir con ellas.
-De algún modo sí. En ellas me vacío. Aunque el dolor regrese, sé que siempre puedo volcarlo en ellas.
Entonces, Javi se acomodó en la dura butaca acolchada de color rojo del café para comenzar su exposición final. No estaba en clase, no tenía frente a él a un alumno. Pero era la lección más importante que quería dar hoy y quería darla bien.
-Sé que no te encuentras bien David, pero quiero que me escuches con atención sólo un momento.
David, impresionado por las palabras y el tono de su amigo se apresuró a levantar la mirada.
-Vale, te escucho.
-Quiero que te superes.
-¿Perdona? No te he entendido. ¿A qué te refieres?
-Déjame explicártelo. Lo entenderás rápidamente.
“De acuerdo”, dijo David.
-Me has dicho que las letras te ayudan, que escribir te ayuda. ¿No es así?
-Sí, te he dicho eso, creo que sí.
-Vale. Pues el mejor consejo que puedo darte es que te superes a tí mismo y a todas las letras que has escrito hasta ahora.
-¿Cómo?
Javi entonces le miró fijamente.
-Quiero que escribas las letras más tristes jamás escritas. Que superes todo lo que has escrito hasta ahora y que vuelques todo, absolutamente todo tu dolor en ellas. Que te sacies del todo. Tanto, que con que lo lea un niño de cinco años ya se eche a llorar. Quiero ver a tus letras llorar por ti. Luego, quiero verte a ti sonreír porque entonces serán ellas las que lloren.
Se hizo el silencio durante unos segundos. Javi se volvió a acomodar. No había podido evitar apasionarse y casi se imaginaba como una pulga frente a un auditorio abarrotado de gente gigante. Tras su discurso David parecía estupefacto, pero pensativo. Algo que ya le llenaba. Significaba que al menos le había prestado atención.
Aún inmerso en sus pensamientos repentinamente David los interrumpió.
-Lo haré. Creo que no es mala idea. Me llevará tiempo. No sé cuánto, pero lo haré. Pero…tengo una pregunta.
-Dime, se apresuró Javi a contestar.
-Cuando termine de escribirlo todo, ¿qué hago? ¿Quieres leerlo o sólo quieres que lo lea yo?
-Creo que lo mejor sería que lo guardaras en un cajón para que cuando en el futuro vuelvas a estar triste puedas ver que tu dolor no es tal y como lo imaginas. Que en cierto modo siempre está ahí, pero nada más. En esas letras te verás reflejado en momentos tan malos que los que atravieses por entonces te parecerán un juego de niños. Eso no quiere decir que en el futuro no escribas letras tristes, sino que en tu mente organices, gracias a todas esas letras, métodos de cómo afrontar problemas que puedan repetirse.
-Voy a tener que ampliar mi biblioteca entonces, dijo sonriendo por fin David.
-Bueno, no sería mala idea. Pero lo importante no es tu biblioteca, sino lo que aprendas de ella.
Esos versos salvadores
Publicado: 22/11/2011 Archivado en: Mis versos Deja un comentario¿Cuándo fue que los versos te salvaron mar adentro?,
¿en qué momento impidieron colonizar tu lejana sonrisa?
Ellos te pegaron la oreja a paredes abiertas al cielo,
ellos moldearon las aristas de tu inconsciencia.
Te hicieron ver en la luna un sol entristecido,
te rebelaron sombras tejidas en lodo,
te libraron de dormir con diablos conocidos.
Con ellos atravesaste desiertos de hojalata,
con ellos te sentaste entre whisky y soledad.
Pintado el color mustio otoño,
te iluminaron primaveras,
cosquilleaban texturas de paraísos ansiados.
El tosco devenir de tus letras perdidas
hizo de almidón al martilleo.
Fueron el cerrojo al sur de tus deseos.
Traslucieron los ventanales que no te dejaban ver el sol,
refrescaban en la extinción del dolor,
colgaban las piernas de mundos propios,
detenían el revoloteo alocado de ideas.
Y mientras anochecía en tus venas
colocaban trapos gélidos en tu frente.
Porque nadie sabe dónde ir al salir de su mente
cuando el humo no escapa de sus manos.
Y ahora…
Bebes en pajita de tu interior de poeta apenado.
A Maitane
Publicado: 21/11/2011 Archivado en: Mis versos Deja un comentarioSalva del embargo tu sonrisa
Da un ultimátum a desayunos de ojos rojos y llorosos
No inventaríes tu cálida mirada
No cocines amaneceres insípidos
Llena de suspiros los atardeceres
Sigue tropezándote en torpes esperanzas
Porque desde el suelo el camino se ve claro y despejado
Sin dejar que tus labios de seda se espesen
Sangrando poemas en vinilo
Cicatrizando el tiempo escurrido y tenderlo a secar
Replegando tus virtudes con urgencia microscópica
Amplifica tus inquietudes disidentes y escríbelas en tu propio braille
No atiendas a buñuelos bañados en una tristeza metódica
No te quedes sin palabras ante tanto ruido
Que tus aspiraciones no sufran mal de altura
Que tus lágrimas sean de usar y tirar
Mira al sol para buscar la luna
Es hora de emociones insurgentes
De sintonizar equinoccios y solsticios en tu caminar
De hacer auto stop para montar
En burbujas que te lleven a flotar
Y atrincherar el mal fario
Y calcinar tus solitarios pasos
Monopolizando con ilusión la incesante levedad del mañana